Embarazada, con cuatro hijos y desempleada, Matilde Díaz sufrió el más severo golpe de su vida en el 2014, cuando su esposo fue deportado a México. Sola en Wimauma, Díaz pronto se vio acorralada y forzada a pedir ayuda para pagar renta, alimentar y vestir a sus hijos.
“Me quedé sola con mis cuatro hijos y embarazada de Noemí. No tenía para pagar renta, ni para comer. El trabajo del campo ya no lo podía hacer porque tenía siete meses de embarazo. Yo estaba desesperada”, comentó Díaz.
Desde que llegó a Estados Unidos de Guatemala en el 2000, Díaz trabajó en el campo cosechando tomate, pero ahora con cinco hijos a cuestas y la responsabilidad de cuidarlos, el trabajo agrícola que exige largas horas, dejó de ser una opción.
Sumida en la pobreza extrema, Díaz fue desalojada de la “traila” que rentaba porque se atrasó en el pago por una semana, y con sus cinco retoños acudió a las puertas de Beth-El, la misión que por 40 años ha brindado apoyo a trabajadores del campo en situaciones desesperadas.
“En una iglesia me hablaron de Beth-El. Vine y hablé con Javier e inmediatamente me ayudaron. Yo llegué sin nada, no tenía muebles, dormíamos en el piso. En Beth-El me dieron lo que me hacía falta inmediatamente: camas para cada uno de los niños, sillones para sentarnos, ropa y comida. No tengo carro y cuando necesito ir a algún lado, ellos me llevan. Así pude conseguir trabajo”, comentó Díaz.
Díaz tiene cinco hijos, José de 15, Norma de 14, Selina de 12, José Ramón de 5 y Noemí de 2 años.
Brindando soluciones
Por las últimas cuatro décadas, el ministerio ha proveído comida para los trabajadores del campo que tienen hambre, ropa para quienes la necesitan, asistencia legal y de salud. La misión atiende a 600 familias por semana.
“Aproximadamente 90 mil familias son beneficiadas anualmente con alimentos. Y de esos solo el 15 por ciento son personas que repiten cada semana”, explicó Kathy Dain, directora ejecutiva de
Beth-El Farmworker Ministry en Wimauma. La misión de Beth-El descansa en cuatro iniciativas: ayuda a satisfacer las necesidades inmediatas como comida y vestido, pero también se enfoca en la educación, la salud y lo espiritual.
“Creemos en ser facilitadores para resolver problemas, dar la mano, pero a la vez estamos tratando de romper el ciclo y si apoyamos a alguien este mes, tal vez el siguiente mes esa persona ya no regrese por ayuda porque ha resuelto su problema de tal manera que este mes no necesita la ayuda”, comentó Dain.
Ahí, Díaz recibió el soporte esperado, le consiguuieron a una modesta casa de renta, recibió alimentos para sus hijos, y consejería familiar. Con la responsabilidad sobre sus hombros, la madre de 33 años, buscó trabajo cerca de su casa y lo encontró en una empacadora de tomate, pero con horario limitado. “Quiero prosperar y ser independiente y Beth-El me está ayudando a salir del hoyo poco a poco”, comentó Díaz.
Sustento de vida
Todos los martes, la misión abre al público su alacena y entrega despensas a la comunidad. La alacena es abastecida por el programa de emergencia de alimentos de USDA y por Walmart que participa en el programa Alimenta a América (Feed America). El segundo martes de cada mes,
Beth-El sirve una cena comunitaria; además, una vez por mes, ofrecen clases de cocina y desarrollan recetas con ingredientes incluidos en la despensa de la semana.
Las necesidades primarias de vestido también se atienden a través de la tienda de Beth-El en donde se vende o regala ropa de acuerdo a las necesidades de la familia. Aún con toda está asistencia y apoyo de Beth-El, Díaz comentó que la situación no es fácil para ella. A pesar de que consiguió trabajo, el ingreso no es suficiente. Como es temporada baja en la producción de tomate, Díaz solo trabaja de dos a tres horas al día a un salario de $8.50 la hora. Cuando trabaja, tiene que buscar quien le cuide a su hija menor Noemí, de dos años, y pagar a la niñera $10 dólares. Es decir, que si bien le va, Díaz termina su día con $20 dólares. En Wimauma no hay guarderías a excepción del centro de RCMA que abre a finales de octubre cuando los trabajadores del campo regresan del norte.
Para responder al reto de la falta de guarderías, la organización Enterprising Latinas lanzó el proyecto “Wimauma Cares” para preparar a 25 mujeres con el propósito de que obtengan licencias para cuidar niños.
“Queremos capacitar a las mujeres para que empiecen su propio negocio. Que obtengan sus licencias y operen desde sus casas con las debidas adecuaciones”, dijo Elizabeth Gutiérrez, presidenta de Enterprising Latinas.
Haciendo lo correcto
Los retos de las familias de Wimauma también son observados por Javier Izaguirre, administrador de operaciones de Beth-El.
Izaguirre se encarga de asegurarse que todo marche bien en la misión, desde las provisiones que llegan hasta las asignaciones de los apoyos a la comunidad. Izaguirre expresó que en Wimauma se necesitan inversiones que resuelvan de manera integral los problemas de la ciudad, desde servicios públicos hasta oportunidades de vivienda. Poco a poco ellos están contribuyendo a la solución y su trabajo no pasa desapercibido.
Barbara Mainster, directora ejecutiva de RCMA, aprecia el trabajo de la Beth-El y hace votos para continuar trabajando juntos.
“Nosotros en RCMA hemos colaborado activamente con Beth-El por cerca de 20 de los 40 años (que ellos llevan) de hacer lo correcto por la comunidad”, señala Mainster en una carta publicada en el portal de Beth-El, “esperamos amar al prójimo con ustedes por muchos años más”.
Dain, quien agradece la colaboración con RCMA, reflexiona y compara los servicios que históricamente la misión ha prestado en esa comunidad ubicada al sur del condado de Hillsborough. “A 40 años de la fundación de la misión, la pobreza en Wimauma persiste”. De acuerdo a datos del censo de los Estados Unidos el ingreso per cápita en Wimauma es de 11, 600 por año. El 34.8 por ciento de la población vive bajo pobreza.
Sin embargo, Beth-El siempre está buscando cómo contribuir a la comunidad y tratar de enfrentar los problemas en la comunidad uno por uno.
Decididos a mejorar la economía de las familias de Wimauma y a ofrecer oportunidades de desarrollo, la misión Beth-El arrancó un nuevo programa
Step Up For Success (Pasos hacia el éxito) el 3 de octubre.
“La idea es agregar recursos para que las familias tengan opciones para superarse con clases de asesoría profesional desde preparar un currículum hasta preparación para el trabajo, herramientas de búsqueda de empleo y como manejar finanzas familiares. Con Samuel Olarte, de 38 años de edad, coordinador de recursos, quien se suma a la plantilla de trabajo de Beth-El, se lanzó el nuevo programa que tiene como objetivo principal dar las herramientas necesarias para que los individuos de Wimauma aseguren su futuro económico.
La labor de Olarte será trabajar caso por caso evaluando las necesidades de las personas, desarrollando un plan de acción en base a las necesidades financieras con metas específicas que guíen a los participantes a lograr sus propósitos.
“Lo que estamos buscando es que las familias que están en pobreza puedan independizarse económicamente. Buscamos que sean autosuficientes, que puedan manejar sus presupuestos, que sepan usar computadoras”, comentó Olarte. El horario de clases es flexible y se establecerá de acuerdo a los tiempos disponibles de los estudiantes, para que ellos también puedan participar con sus padres.
Díaz ya se enteró del programa Step Up For Success y está lista para registrarse y empezar a recibir clases para prepararse para un trabajo mejor: “quiero aprender inglés, saber como manejar las computadoras, quiero ser independiente.
Dain es optimista con el nuevo programa de la misión. “Aun con todas las barreras y dificultades, Beth-El va hacia adelante, paso a paso”.
Desafío permanente
Buscando arrancar el problema de la pobreza desde su raíz de Wimauma, Beth-El también lo está atacando por otro lado: haciendo inversión en la educación de los hijos de trabajadores del campo. Dain apunta que la falta de educación para los hijos de trabajadores del campo es parte del problema cíclico de pobreza en el área.
En Wimauma, los estudiantes enfrentan circunstancias muy distintas a las de estudiantes de otras zonas suburbanas, a menudo después de la escuela ayudan a sus padres en el trabajo agrícola y solo hasta que terminan después de largas horas en la labor, regresan a su casa a hacer sus tareas.
Dain le apuesta a la educación como una solución para romper el ciclo de pobreza en Wimauma, pero el factor económico continúa siendo uno de los detractores más fuertes.
“El factor económico es uno de los retos y una de las barreras para la educación. Un trabajador del campo gana de uno a dos centavos por libra en la pizca de tomate y se espera que recoja 4 mil libras al día, y para ponerlo en perspectiva, si se apilan las cajas de tomate, alcanzarían la altura equivalente a ocho pisos y en dinero serían alrededor de $50 dólares al día”, subrayó Dain.
El número de becas que Beth-El ofrece a trabajadores del campo para educación universitaria aumentó de tres a cinco con apoyos de $1,000 por semestre.
Una de las becarias de Beth-El, Vallejo-Serrano, de 39 años, ahora es casada y con dos hijos, Ángel Serrano de 22 años y Yamilet Serrano de 15.?A los siete años de edad, Vallejo-Serrano conoció la rudeza del trabajo en el campo recogiendo pepinos pequeños; más tarde también recogió tomate, pimiento morrón, chile jalapeño y naranja. Vallejo-Serrano creció con el consejo de su madre Melania Vallejo a su oído: “estudia para que no trabajes en el campo toda tu vida”.
“Las palabras de mi madre resonaban en mis oídos cuando mis dedos se pelaban después de recoger y quitarle los pezones a los chiles jalapeños, de estar todo el día bajo el sol y a veces hasta tener que trabajar bajo la lluvia. Es un trabajo doloroso, la espalda se rompe, pero uno sabe lo que tiene que hacer, se toma una tylenol y le pide a Dios fuerzas para seguirle”, comenta Vallejo-Serrano.
Dentro de sus funciones de hermana mayor, a Vallejo-Serrano le tocaba ayudar a su hermana con sus tareas después de la escuela, empezar a preparar la comida para cuando su madre llegara de la labor ya estuviera algo avanzado y que las tortillas de maíz o de harina ya estuvieran hechas.
Vallejo-Serrano se casó a los 15 años con un joven cinco años mayor que ella. Junto con su esposo Arnulfo Serrano, ahora de 44 años, ella siguió en la pizca de frutas y verduras, pero siempre tuvo presente el consejo de su madre y logró sacar su certificado de secundaria. Bilingüe y con un GED bajo el brazo, Vallejo-Serrano vio la oportunidad de abrirse camino laboral. Trabajó en Kmart, McDonald’s, Career Source y aprendió a trabajar con impuestos, nóminas y otras tareas administrativas. “Ahí me dije que no había vuelta atrás. En el campo ganaba $4.75 la hora, en los nuevos trabajos ganaba más y podía ganar mucho más si regresaba a la escuela”.
En el 2009, Vallejo-Serrano empezó a trabajar en Beth-El como asistente ejecutiva y fue ahí que aprendió sobre el acceso a becas para los trabajadores del campo, solicitó una e inició sus estudios en
Hillsborough Community College. En el 2015, Vallejo-Serrano recibió honores de Phi Beta Kappa y está a la mitad de su carrera como psicóloga.
“Beth-El me ha ayudado muchísimo. Sin la beca que tengo sería prácticamente imposible sacar mis estudios. Pude obtener mi beca porque soy hija de trabajadores del campo y porque yo misma trabajé en el campo. Las palabras de mi madre siempre resuenan en mi oído, ‘estudia hija, es la mejor manera de salir adelante’ y es lo mismo que yo les repito a mis hijos”.
Becas allanan el camino hacia el éxito
Frida Reyes, de 18 años, es otro ejemplo de becarias de
Beth-El. Llegó a Wimauma cuando tenía seis años con sus padres quienes emigraron de Matamoros, México. Reyes quiere lograr su carrera en administración de empresas y toma clases en Hillsborough Community College en Ruskin y Brandon.
“Si no tuviera la beca de Beth-El no podría seguir estudiando. Ha sido una bendición”, comenta Reyes, quien está registrada en tres clases de su segundo semestre en el colegio. “La educación es nuestra salida”, comenta Reyes tras indicar que sus libros y las clases que toma son pagadas con fondos de la organización Beth-El.
Sus padres quienes trabajan en una granja de peces en Apollo Beach no podrían pagarle sus estudios, ni ella misma podría sustentar el gasto aún cuando también tiene un empleo en O’Reilly Auto Parts.
Dain reconoce el esfuerzo de sus becarios, y señala que aunque el trabajo inmediato en la misión es responder a las necesidades inmediatas de la población, también se concentran en objetivos a largo plazo, en la búsqueda de un cambio sustentable y sistemático con oportunidades de educación para los jóvenes.
“La educación es el centro de mi corazón para que las próximas generaciones de los hijos de trabajadores del campo puedan ver que el futuro está más allá de las tierras de cultivo. Nuestra meta es aumentar el número de becas y en eso estamos trabajando”, comenta Dain.
“Estamos hablando de jóvenes que quieren triunfar. De jóvenes dedicados, enfocados, que no pierden el tiempo”, enfatizó.
“Son jóvenes increíbles. Se levantan por la mañana para ayudar a sus padres, van a la escuela, cuando regresan ayudan a sus hermanos a hacer sus tareas, luego se van al campo de nuevo para ayudar a sus padres hasta que terminen -- que puede ser hasta las 11 de la noche -- luego hacen su propia tarea, luego el siguiente día”, dice Dain. Son jóvenes que no quieren soñar, quieren lograr.
To read more stories from the 83 Degrees Media On The Ground storytelling project, follow these links for English and for Spanish.
The 83 Degrees Media On The Ground storytelling project is supported by Allegany Franciscan Ministries.
To subscribe to our free weekly e-magazine, follow this link.